“Cuanto más difícil es la tarea, más me gratifica concretarla”
Publicado 23.3.2022
Hijo de un soldador de ductos que fue parte de la compañía, Carlos Lizarde disfruta especialmente de los proyectos desafiantes y lleva en la sangre el orgullo de trabajar en TEIC. Con más de veinte años en la empresa, actualmente se desempeña como supervisor en la Central Térmica Ensenada de Barragán, en Argentina.
Carlos Lizarde se define como un hombre de trabajo, “recto y sin favoritismos”, que disfruta inmensamente de su profesión y de liderar equipos.
Hijo de un empleado de la empresa, ingresó en la compañía a fines de 1999, cuando empezó a desempeñarse como Encargado de Electricidad de Tenaris Siderca en Campana, provincia de Buenos Aires. A lo largo de su carrera participó de varios proyectos, la gran mayoría en Argentina: el Tordillo para Tecpetrol en Comodoro Rivadavia, la mina Pirquitas en Jujuy, Linea Alta de Silos en el Alto Horno 2 para Ternium Siderar en provincia de Buenos Aires, en la Central Termica El Bracho en Tucumán, Fortín de Piedra en Patagonia y durante 6 años en Chile, Proyecto Desarrollo Los Bronces, CAP Minería, Escondida Wáter Supply.
Actualmente Carlos es Supervisor General de Electricidad e Instrumentos de la Central Térmica Ensenada de Barragán, en la provincia de Buenos Aires. En ese proyecto Techint E&C, en UTE con SACDE (Sociedad Argentina de Construcción y Desarrollo Estratégico), está desarrollando el completamiento y puesta en marcha de dos calderas de recuperación de calor y sistema de tratamiento de agua.
Predicar con el ejemplo
El equipo de Carlos en la Central Ensenada de Barragán está integrado en este momento por 44 personas. En la medida en que el avance del proyecto lo requiera, se irá agrandando hasta llegar a 280. Para liderar a un equipo tan numeroso, hay atributos que indudablemente funcionan: “Es fundamental escuchar al otro, compartir experiencias y conocimientos, esto permite que la comunicación fluya”, dice.
En su caso, adquirió las herramientas necesarias para liderar equipos a partir de la experiencia en la obra. “Siempre tuve jefes respetuosos y receptivos, generosos con sus conocimientos, que me han permitido expresarme libremente, lo que sin duda me ha formado para que trate de actuar de la misma manera”.
Carlos reconoce que para contar con el respeto del equipo es fundamental predicar con el ejemplo: “Es clave hacer lo que se dice, ser prolijo y coherente en todos los actos. Me considero una persona muy recta, justa y no tengo favoritismos.”
Sin ir más lejos, recuerda que le ha tocado decir cosas difíciles a personas queridas y separar de proyectos a compañeros de años. “Si tengo que hacerlo no me tiembla el pulso. Obviamente me duele y me resulta desagradable, pero creo que es mi función. Todos ya me conocen, y a pesar de esto quieren estar conmigo. Siempre le anticipan a los nuevos integrantes como soy… para evitar sorpresas.”
Equilibrio entre familia y trabajo
Carlos vivió en primera persona la experiencia de tener a un padre que trabaja en proyectos de ingeniería y construcción. De hecho su padre trabajó durante muchos años en Techint, en el área de soldadura para el desarrollo de ductos. “Yo siempre quise trabajar en Techint como mi padre, creo que lo llevo en la sangre”, dice. Carlos sabe lo que es mudarse de ciudad en reiteradas ocasiones, separarse de amigos y esperar despierto hasta tarde a que llegue su padre o poder disfrutarlo solo los fines de semana.
Pero la realidad superó sus recuerdos, y en la práctica no siempre fue fácil encontrar la armonía. “El equilibrio entre la vida familiar y profesional fue el desafío más importante que tuve que afrontar. Sufrí mucho la adolescencia de mis hijos, que fue justo cuando empecé a trabajar en Campana y tuve que viajar y ausentarme por más tiempo.”
Carlos y su familia vivían en Ituzaingó y como el viaje hasta Campana era largo, a veces volvía únicamente los fines de semana. Esa ausencia, recuerda ahora, fue compleja para todos. “Mis hijos dejaron los estudios…. después los retomaron y ahora uno se está recibiendo de Ingeniero en Sistemas.”
A la distancia, evalúa, esas cuestiones se fueron resolviendo, pero no fue fácil atravesarlas. “Hay que ir encontrando soluciones y tomando decisiones en el día a día. No hay recetas mágicas.”
El placer de “malcriar” a los nietos
Ahora, a sus 59 años, la vida le ha dado varias recompensas. La mejor son sus nietos, a quienes visita el domingo, su día libre de la semana. “Sigo disfrutando mi rutina laboral, que arranca indefectiblemente a las 5.15 de la mañana con un rico café.” El domingo Carlos disfruta de la vida familiar, de sus nietos que son su orgullo y lo hacen muy felices. También hace caminatas, lee de política y economía y juega al paddle. Pero sin dudas su mejor recompensa es pasar tiempo con los más pequeños de la familia. “Ser abuelo es más fácil que ser padre, uno puede malcriarlos tranquilo”, dice.
Aprender de las diferencias generacionales
Carlos reconoce que en el ámbito de la profesión hay cambios generacionales a los que, en un comienzo, le costó acostumbrarse. “Los jóvenes se sorprenden de nuestro ritmo de trabajo, aguante y dedicación. Ellos consideran importante el trabajo, pero también otras cosas de su vida, que no están dispuestos a descuidar.”
A Carlos le costó al principio aceptar esa visión de las cosas, pero con el tiempo terminó por entenderla mejor. Más allá de las diferencias, lo fundamental para Carlos es poder transmitirle a los más jóvenes del equipo el valor del trabajo, y la importancia de realizar la mayor cantidad de capacitaciones posibles. “Tenemos la suerte trabajar en una gran empresa internacional como Techint, que nos da la posibilidad de capacitarse y crecer, que tiene recursos para que nos desarrollemos como profesionales”.
La unión hace la fuerza
Prefiere los proyectos que requieren de su máximo esfuerzo, dice Carlos. “Cuanto más difícil es la tarea, más me comprometo para sacarla adelante. Lo bueno de los proyectos complejos es que cuando se ponen en marcha generan una gratificación inmensa”.
En el transcurso de su carrera tuvo la oportunidad de participar de varios proyectos complejos, pero sin duda Fortín de Piedra, en Vaca Muerta, fue el más desafiante. “Corríamos con tiempos apremiantes, trabajábamos condicionados por los materiales que nos iban llegando paulatinamente, estábamos con profesionales muy capacitados y también exigentes. Era una obra muy dinámica y, como vivíamos en el campamento, podíamos dedicarle muchas horas al trabajo.”
En ese caso, la unión hizo la fuerza y potenció el trabajo en equipo. De hecho una de las características del proyecto fue el sentido de pertenencia compartido por todo el equipo. “Fue realmente muy gratificante sentir que, más allá del esfuerzo físico, todos estábamos orgullosos de estar ahí, de 'pertenecer'. Porque cuando uno está alejado de la familia los compañeros de trabajo se vuelven muy cercanos, y se genera una sensación de equipo muy reparadora. Todos queríamos estar siempre presentes, para no perdernos nada.”