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De norte a sur y de este a oeste: un supervisor todo terreno

Publicado 2.3.2022

Lo que más le gusta a Fernando Oggianu es “empezar nuevos proyectos”. Desde sus comienzos en Campana hasta su experiencia en Francia y Arabia Saudita, lleva más de tres décadas y media en Techint E&C dejando su huella en los equipos en los que estuvo involucrado.


Fernando Oggianu ingresó en Techint E&C en 1984, en la planta de TenarisSiderca de Campana, en Argentina, donde se estaba desarrollando el laminador continuo (LACO 2). Luego de siete años de trabajo en Campana, cuando se privatizó la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (Somisa), se trasladó a la planta de Ternium Siderar en San Nicolás, también en la provincia de Buenos Aires. Allí, como él mismo describe, participó “de todo lo más grande”. Una de las obras más desafiantes y ambiciosas de su carrera, que todavía hoy recuerda con especial cariño. A partir de ese momento comenzó una nueva etapa signada por las grandes aventuras: un año y medio en la planta desgasificadora de Dunkerque, Francia, nueve meses en Arabia Saudita, y su paso por Fortín de Piedra, entre otros destinos y proyectos.

Con el corazón en San Nicolás

Para Fernando la planta de Ternium Siderar en San Nicolás es uno de los lugares más importantes de su carrera. Siempre, como él dice, “hizo sede” allí, porque por lo general pasaba en San Nicolás algunos períodos de tiempo entre todos los proyectos internacionales o nacionales que se iban intercalando, generalmente para participar de proyectos de gran envergadura, como la puesta en marcha del Alto Horno 1 y la reparación extraordinaria del Alto Horno 2: “Arranqué en San Nicolás desde sus inicios, cuando no había nada. Participé de entrada en las primeras mejoras y la automatización completa del laminador, la colada continua, los tres relining de alto horno. Luego siempre estuve en los proyectos importantes, que fueron exigentes y estuvieron muy bien planificados. Desde lo profesional, todos esos proyectos fueron los que más disfruté”.

Arabia Saudita y Francia: dos experiencias de película

Fernando describe con entusiasmo otras dos participaciones en proyectos en el exterior. “Estuve nueve meses en un proyecto de Techint E&C en Arabia Saudita, lugar complicado… vivíamos en un campamento en el desierto, con camellos, como una película. El pueblo más cercano estaba a 18 kilómetros, y era muy pequeño. Pero tengo buenos recuerdos: los fines de semana, con tres compañeros solíamos visitar lugares cercanos. Había que moverse con cuidado, pero era muy interesante.

También recuerdo mi participación en Francia como algo muy positivo: a mediados de 2014 fui a Dunkerque durante un año y medio, a participar en una planta regasificadora que estaba construyendo la empresa, que recibía el gas licuado en barco y lo gasificaba para enviarlo a las redes”.

Alma de nómade: un recurso escaso

Fernando destaca las dificultades para encontrar jóvenes que estén dispuestos a trasladarse con periodicidad, según los requisitos de los diferentes proyectos, y a vivir en campamentos alejados: “No es un trabajo fácil el nuestro: a los jóvenes les cuesta mucho tener ‘alma de nómade’. Cuando los proyectos se desarrollan en una ciudad es una cosa, pero cuando están en lugares alejados, como Fortín de Piedra, es otra”.

Para la obra en Vaca Muerta, recuerda que tuvieron que salir a buscar técnicos neuquinos para formarlos. Se visitaron escuelas y se reclutaron candidatos. “Algunos mostraron intención de sumarse hasta que se enteraron de que tenían que vivir en un campamento, ahí quedó solo uno de los ocho o nueve que eran inicialmente. Una mujer fue la única que aceptó”.

Aunque él es el primero en reconocer que tampoco es fácil hacer fluir la vida familiar con trabajos de este tipo. Al volver de Venezuela, como sus hijos ya eran más grandes, empezó a trasladarse solo y a ver a su familia los fines de semana o esporádicamente. “Por suerte mi esposa siempre me apoyó”, comenta.

La adrenalina de la puesta en marcha

A la hora de destacar lo que más satisfacción le da de su trabajo, Fernando afirma sin dudarlo: “Lo que más disfruto es ver la puesta en marcha, cuando arranca la máquina, planta o herramienta en la que uno estuvo trabajando. Yo viví proyectos desde que eran barro, es una emoción enorme cuando todo se enciende, una satisfacción inmensa. Ahí suelo perder la noción del tiempo, porque el entusiasmo me enceguece. Recuerdo en la década del 80, cuando estaba en Siderca y no había celulares, tenía que salir a buscar algún teléfono de madrugada para avisarle a mi familia que no se preocupara. Extraño esa adrenalina”.

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