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Histórico: Camisea cumple 20 años

Publicado 29.7.2024

Para conmemorar el aniversario de la obra emblemática ejecutada en Perú, los profesionales que la hicieron realidad cuentan por qué fue un proyecto tan especial e inolvidable y destacan el aprendizaje que les dejó.

 

En el año 2000, Techint Ingeniería y Construcción encaró un proyecto de dimensiones extraordinarias que impactó en la historia de la compañía y en la de Perú: la creación de un ducto que iba desde la selva amazónica, atravesaba la Cordillera de los Andes y llegaba hasta las puertas de la ciudad de Lima y el Puerto de Pisco. Camisea dejó un legado en todas las personas que participaron de su desarrollo y que, al día de hoy, recuerdan la experiencia como si fuera ayer.

“Se trataba de una obra de dimensiones que pocas veces habíamos abordado como Grupo. Tuvo muchas complejidades y desafíos, pero luego de 20 años podemos contarlo como un caso de éxito. Es un orgullo decir que estuvimos a la altura de las circunstancias”, afirmó Pablo Videla, Chief Project Controls Officer.

Techint E&C estuvo a cargo de la ingeniería y construcción de un ducto para gas natural de 731 kilómetros y otro para líquidos de gas natural de 560 kilómetros. Las obras implicaron 3 años de esfuerzo, en una geografía tan compleja que requirió 16 frentes de trabajo y que contaba con algunas de las zonas de selva y sierras que estaban tan aisladas que no tenían caminos de acceso.

Mario Magiantini, HR Manager del proyecto, lo rememoró como “algo alucinante”. “Cuando te dicen que el ducto comienza en la selva peruana y tiene que cruzar la cordillera para desembocar en el Pacífico, tomás noción muy rápido del desafío que enfrentás. Lo que tiene de fantástico el hacer una obra como esta es que hacés empresa. Logramos desarrollar el plan tal cual estaba planeado”, indicó.

Por su parte, Alejo Calcagno, Operations Director of the South Region, recalcó: “Fue algo totalmente distinto a lo que estábamos acostumbrados a hacer. Era selva, pero también montaña y había ríos que parecían imposibles de cruzar. Los primeros 10 km eran relativamente llanos, con muchas plantas y animales, y luego el paisaje se convertía en montaña tapada de selva por lo que era muy complejo descifrar por dónde convenía pasar los caños”.

La logística fue, de hecho, uno de los principales desafíos. Se transportaron 200.000 toneladas de tubos por zonas intransitables, se ubicó al personal en 35 campamentos diferentes, se necesitaron más de 2.400 equipos y se utilizaron 7 helicópteros para asegurar que tanto el material y los trabajadores estuvieran en el momento requerido, donde fuera necesario.

Alejandro Maluf, President of the North America Region, comentó: “Fui cayendo de a poco. No tuve idea de la dimensión del proyecto hasta que un día, seis meses después de llegar, fui a recorrer la obra. Vi por dónde iba a pasar el ducto y me pregunté a mi mismo: ¿Cómo vamos a hacer para meter un tubo por acá?”

 

Desafíos de montaña

El sistema de transporte de gas que se construyó incluyó 22 válvulas de bloqueo y 3 puntos de derivación en Cusco, Ayacucho y Pisco. Para los líquidos de gas, se requirieron 4 estaciones de bombeo, porque había que subir a 4.850 metros sobre el nivel del mar, así como 3 estaciones reductoras de presión, 19 válvulas de bloqueo y 9 de retención.

Videla detalló que en sus primeros días tuvo que acostumbrarse a vivir y trabajar a enormes alturas. “No podía ni dormir. Me llevó más o menos una semana adaptarme. Lo más complicado fue la bajada de Huancano, porque el trayecto venía de una sierra alta, a unos 4.600 metros sobre el nivel del mar. Desde ahí descendía a 1.000 y, en un tramo de 5 kilómetros, caía 2.500 metros. Después de estudiarlo y modificar la ingeniería, construimos un carreteable en altura, usamos una topadora muy pesada, cables de acero especializado e hicimos todo lo necesario para poder avanzar”, señaló.

Calcagno, por su parte, recordó: “Hubo un momento en el que no sabíamos cómo seguir. Teníamos que cargar equipos y materiales a lugares casi inaccesibles a los que era muy difícil llegar por tierra. Cuando nos tocó cargar una válvula de línea de 15 toneladas evaluamos llevarla en helicóptero, pero era demasiado pesada. Entonces, modificamos un acoplado sobre orugas y usamos, además, un tractor agrícola también sobre orugas al que le introdujimos modificaciones para que pueda circular por la selva. Con eso y con un par de gente corajuda, llegamos a la pista y el trabajo se pudo terminar”.

Dada la importancia del proyecto, tanto los organismos nacionales e internacionales, como la prensa y la industria en general, siguieron muy de cerca el desarrollo de las obras. Techint E&C dedicó un fuerte esfuerzo para cuidar al medio ambiente, proteger el patrimonio arqueológico del lugar y contribuir al desarrollo de las comunidades locales. Durante la construcción, el 80% de los trabajadores eran peruanos y, muchos de ellos, pertenecían a los pueblos aledaños al proyecto.

Magiantini explicó que él mismo abría la oficina a las 6 de la mañana y algunos no le creían los horarios de trabajo que tenían que cumplir. “Las horas del día no alcanzaban. Eso demuestra el interés que cada uno tenía para quedarse en el puesto de trabajo el tiempo que fuera necesario para cumplir con la obra. Llegamos a tener alrededor de 12.000 personas e hicimos escuela de soldadores y múltiples talleres para capacitar a nuestra gente”, dijo.

Maluf añadió: “Lo que viví fue lo contrario a lo que me hubiese imaginado. El principal desafío era psicológico y motivacional. Las complejidades técnicas eran gigantes, las dificultades a veces crecían y hubo momentos en los que no sabíamos si la compañía iba a ganar o perder plata. Estos proyectos que requieren tanto esfuerzo y sacrificio son muy duros, pero el equipo es el principal salvavidas cuando las cosas se ponen difíciles”.

Otro desafío, fue el cuidado del medio ambiente. El trayecto del ducto, que recorría toda la selva amazónica, tenía que atravesarla afectando lo menos posible la flora y la fauna de lugar. Por eso, Alejandro Sarubbi, Chief QHSE Officer, junto a su equipo, debió cambiar el mind set y comenzar a aplicar procesos nunca antes usados. “Implementamos el programa de protección del medio ambiente y creamos el grupo arqueológico para cuidar todas las especies de plantas, animales y reliquias que se encontraban cercanas a la línea. El equipo de trabajo tuvo que realizar un gran esfuerzo en la protección del medio ambiente en ese lugar en donde reside la mayor diversidad de flora y fauna del mundo, que incluso tiene especies que, hasta el día de hoy, 20 años después, no están identificadas. Todo lo que aprendimos, nos llevó a crear luego las Lecciones Identificadas, que nos sirvieron para mejorar los procesos en los proyectos siguientes”, destacó.

En ciertos tramos, la complejidad era tan elevada que se requirió maquinaria de avanzada para trayectos muy difíciles, como los ríos más desafiantes y las bajadas más empinadas. Para Leonardo Ionfrida, Project Manager, la parte más crítica fue la de la selva.

“La región donde trabajábamos tenía una estacionalidad de lluvia muy marcada y el centro meteorológico más cercano se encontraba a 150 kilómetros al noreste de Malvinas. No había consciencia de la dificultad que traían las lluvias y eso complejizó mucho más la situación. Claramente, es muy distinto a una planta. Buscamos a la gente con mayor experiencia y logramos que el proyecto fuera un éxito”, aseguró Ionfrida.

Dada la ubicación de la obra y sus características, se instalaron puestos sanitarios para atender cualquier herida o urgencia que surgiera durante el proyecto y se puso mucho énfasis en la seguridad. Igualmente, la situación era difícil para todos. Juan Carlos Pais, QHSE Manager, evocó: “Nos dieron un montón de vacunas, teníamos que ponernos repelente para no agarrarnos malaria y debíamos tomar miles de precauciones para no enfermarnos. Eso me hacía pensar: ¿A dónde vamos? Había muchas variables que, claramente, no te enseñan en la facultad de ingeniería. Camisea hizo que cambiaran las cosas en la empresa y nos ayudó a mejorar. Vimos que, entre todos, podíamos elevar la vara”.

 

Un legado de compañerismo

Maluf resaltó que, a pesar de las dificultades a las que se tuvo que enfrentar, tiene grandes recuerdos del proyecto Camisea. “Para algunos estar en un campamento no está tan bueno, pero para mí fue una experiencia sensacional. Por supuesto que enfrentamos muchas situaciones adversas, pero eso hace que compartas cada experiencia con tus compañeros. Te sientas desalentado o exitoso, siempre contás con tus colegas para conversar y acompañarse mutuamente”, resumió.

También Calcagno insistió en la importancia del equipo y del buen clima de trabajo, especialmente en los días más difíciles o largos. “Nos juntábamos después de comer y hacíamos guitarreadas. Nunca faltaba alguno que se ofreciera de voluntario para cocinar algo, ya sea empanadas o asado. Terminar la obra fue épico. Lo hicimos con el corazón”, remarcó.

Por su parte, Sarubbi agregó: “Lo que me llevo de Camisea es, por un lado, el orgullo de poder haber aplicado en la práctica todo lo que estudié en la universidad y, por el otro, el agradecimiento de toda la gente que participó en el proyecto y creció con nosotros”. Además, hizo hincapié en que muchos de los miembros de su equipo tuvieron un gran crecimiento y son referentes de medio ambiente, seguridad y salud en la actualidad.

País también puntualizó en el clima de amistad que se vivía en el proyecto. “Había mucha armonía. Nos juntábamos a cenar y hacer chistes, jugábamos al fútbol y entre todos nos íbamos acompañando. Aprendí la pasión por hacer en este proyecto. Una vez, vi desde el helicóptero todos los equipos amarillos del Grupo y me puse a llorar. La pasión se vio reflejada en Camisea porque muchas voluntades se unieron para ese gran desafío y yo me siento muy orgulloso de haber estado allí, lo llevo muy adentro”, rememoró.

A pesar de todos los desafíos y dificultades, la obra fue un éxito y el gas natural llegó a Lima por primera vez en la historia de Perú. Al recordar esos momentos, Ionfrida también expresó su satisfacción personal y admiración por los colegas con los que compartió tareas. “Con respecto a la obra, puedo decir con orgullo que se pudo. Cumplimos con el plazo y ese éxito fue el resultado del esfuerzo de todas las personas que formamos parte de esta obra titánica”, sostuvo.

Por su parte, Maluf revisitó con mucha emoción las últimas etapas: “En mi viaje final a Lima, paré en un semáforo y al lado mío había un puesto de revistas. En las tapas de los diarios había frases como ‘El gas llega a Lima’ o ‘Finalmente Perú entra a la era del gas’. Sentí un orgullo enorme. En esta obra logramos un resultado económico positivo, pero lo más importante para mí fue aprender que uno tiene que nadar, aunque sienta que está a 20 metros bajo el agua. El Proyecto Camisea fue una linda manera de aprender la resiliencia”.

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