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Capitán de ductos: La historia de Rubén Altamirano

Publicado 20.9.2023

Con Techint Ingeniería y Construcción recorrió una parte del mundo y participó de los proyectos más complejos y emblemáticos de la compañía. Hoy, a sus casi 75 años, con su pasión intacta y su sabiduría enriquecida, sigue dejando huella y construyendo historia en la empresa.

 

Rubén Altamirano ingresó en Techint E&C hace aproximadamente 55 años, como cañista para la obra de la refinería ESSO de Campana (McKee & Techint), provincia de Buenos Aires, Argentina. Antes, había estado seis años en la Marina, que lo formó en oficios y carácter, saberes valiosos para toda la aventura que estaba por comenzar. Actualmente, y luego de recorrer distintas partes del mundo, es Jefe de Obra del Renglon 4.2 del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner (GPNK), en Argentina.

Gasoducto Norperuano · 1975.

¿Podrías relatarnos tu recorrido por los diferentes proyectos de la empresa?
Techint tiene la experiencia de haber desarrollado los proyectos más difíciles a nivel mundial, y yo he tenido la suerte de ser parte de algunos de ellos y de haber aprendido todo de los grandes de la Ingeniería y la Construcción, con históricos apasionados del ducto de esta empresa como el Ing. Caironi, Leonardo Ionfrida, y tantos otros que la lista sería interminable.

Mi historia como ductero arrancó por los años 71/72 en Olavarría (provincia de Buenos Aires, Argentina), con un gasoducto de 30 pulgadas. A partir de allí, comencé a escribir mi historia, llevado por la pasión que este oficio genera en las personas.

Tal vez la Marina forjó tu espíritu de aventurero…

¡Seguro! Antes de comenzar mi carrera en Techint, fui marino. Luego ingresé a la empresa y he participado de aventuras increíbles. Recuerdo en 1974 mi participación en el Oleoducto Norperuano, una obra gigante que nacía en el corazón del Amazonas con el objetivo de llevar crudo hacia refinerías de Talara a orillas del Pacifico, en Perú.

Cuando llegamos, debimos adecuar caminos, cruzar la cordillera para llegar a la selva y la empresa no tenía las tecnologías que posee en la actualidad.

Se fueron construyendo campamentos a lo largo del trazado del oleoducto de 36 pulgadas. En la apertura de la pista en esa espesura necesitamos la intervención y ayuda de nativos del pueblo Aguaruna para llevar a cabo los trabajos de adecuación. Había árboles de 30 metros de altura, que entre dos o tres personas no lográbamos abrazar sus troncos. Esa experiencia marcó mi vida y la de muchos. Estuvimos en el campamento como siete meses, y pudimos entregar el proyecto en tiempo y forma.

En Colombia · 1984.

¿Después siguió Arabia Saudita?

Sí, fui para participar de la realización de un gasoducto líquido en el desierto. Fue complejo, en mi caso no hablaba mucho inglés y nos defendíamos con un poco de italiano. Tuvimos que adaptarnos a las altas temperaturas y a la diferencia horaria. Compartíamos la diaria con italianos, argentinos, somalíes, turcos, filipinos, tailandeses… una verdadera “torre de babel“.

Allí aprendí mucho, ayudé con la gestión de los campamentos, y luego me dieron un equipo para perforar pozos y conseguir agua. Hicimos la prueba hidráulica y la instalación de válvulas.

¿De allí volviste a América Latina?

Sí, regresé a la Argentina. En ese momento se iniciaba la construcción de TEPAM, (Techint Parque de Máquinas) que originariamente era un bosque.

Luego, participé de un proyecto en el sur del país, y de allí me fui a trabajar a Colombia, donde estuve 20 años y formé parte de obras muy importantes, porque el gobierno había decidido desarrollar varios gasoductos para expandir su Plan Nacional de Gas.

Después estuve en Ecuador, donde trabajé un año en el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), como superintendente. De allí regresé nuevamente al Perú, donde la empresa estaba construyendo el gasoducto Camisea, el proyecto energético más grande e importante del país, que nace en la Amazonía, y cruza las cumbres alto andinas, finalizando su recorrido en las costas del mar Pacífico. Una obra colosal, no sólo por su recorrido por selva, sierra y costa, sino por su increíble logística. Años más tarde, tuve la suerte de integrar el grupo de Operación y Mantenimiento del gasoducto, como Jefe de mantenimiento y emergencias de ese proyecto hasta 2009. Luego, participé de la construcción del LNG, una obra gigante en la que se obtuvo el récord Guinness a la soldadura de pipeline, a 4.700 metros de altura.

Siguieron proyectos en Chile, Bolivia y México. En este último país fui parte del grupo que tomó a cargo la zona de pantanos, con todo lo que ello implica: altas temperaturas, presencia de reptiles, grandes dificultades para ingresar equipos, ambiente hostil y presencia de barro y agua permanente.

Ductos en Camisea, transporte en helicoptero · 2001.

Detrás de toda esta trayectoria claramente hay una motivación muy grande, ¿cuál es la tuya?

Hay dos cosas principalmente que me nutren en mi trabajo. La primera, es la atracción que siento en el ducto, en la obra, es una pasión que no se puede describir. Porque uno visualiza mentalmente los proyectos, y cuando se van concretando es una satisfacción inmensa.

En segundo lugar, me motiva interactuar y ayudar a capacitar a los jóvenes y aprender de ellos, tratamos de hacer escuela de todas las especialidades que intervienen en obras que realiza la compañía, soldadores, operadores, equipos especializados, mecánicos, instrumentos, entre otros.

Nuestro lema en el equipo es “Si quiero subir un escalón más, debo preparar a alguien para que ocupe el escalón donde me encuentro, así puedo pasar al siguiente”. Esto es algo que también promueve la compañía: compartir conocimientos y capacitar a los jóvenes.

Planta compresora Chiquintirca, Perú · 2010.

 ¿Qué consejos le darías a los jóvenes que recién empiezan?

Les anticiparía que esto es una forma de vida, que tienen que prepararse porque hay varias cosas a superar, como la separación temporal de la familia.

También les diría que se capaciten todo lo que puedan, porque la tecnología avanza a pasos agigantados, y siempre deben tratar de ser los mejores.

¿Piensas en jubilarte?
A pesar de encontrarme preparado mentalmente para hacerlo, por ahora no me veo retirado, Dios y la empresa decidirán cuándo.

 

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