De San Pablo a Ecuador, sin escalas: la carrera internacional de un joven ingeniero
Publicado 29.3.2022
Su primer trabajo fue en Techint. Su primer proyecto, OCP, uno de los más emblemáticos de la empresa. Su primer viaje fuera de Brasil y su primer vuelo en avión, a Ecuador. En esta entrevista, el Director de Operaciones de Área Andina detalla los desafíos de vida y carrera en la compañía.
El brasileño Claudio Perillo ingresó a Techint E&C luego de un proceso de admisión que duró algunos meses. Su primera dinámica de grupo fue en agosto de 2001 y recién el 7 de marzo del año siguiente fue designado a proyecto; en medio del proceso, se recibió de ingeniero civil.
“Cuando llegué al evento, que era en un Hotel en São Paulo, la mayoría estaban de elegante sport, algunos en traje y corbata, y yo de jean y camisa. La primera sensación fue yo no encajo acá”. Es que Claudio es “del interior” del Estado de São Paulo, más precisamente de São José do Rio Pardo, una ciudad ubicada 300 km al norte de la Capital Paulista.
Durante ese primer encuentro, pudo conocer en detalle obras ejecutadas por Techint como el puente Zárate - Brazo Largo, que permitió unir Argentina, Uruguay y Brasil. Claudio quedó maravillado, era todo lo que quería ver y escuchar en esa etapa de su carrera.
Techint E&C iba a contratar jóvenes profesionales para trabajar en Ecuador y Perú porque en ese momento estaba en tratativas para desarrollar dos de los proyectos que se convertirían luego en emblemas de su historia: el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP) y los ductos de Camisea.
Pasaron unos meses hasta que a fines de febrero sonó el teléfono. En marzo comenzaba a trabajar en la compañía. ¿El destino? OCP, en Ecuador.
No hubo tiempo para preparativos: Claudio no hablaba español, 10 clases antes de viajar no lo iban a ayudar mucho, pero era un comienzo. Una charla organizada por una consultora con una mujer de origen ecuatoriana, le dio algunos tips sobre las costumbres del país.
OCP iba a atravesar toda la geografía de Ecuador: selva, sierra y costa, con una gran variedad climática. Claudio no tenía definido en qué sector del proyecto iba a trabajar, así que ni siquiera sabía qué ropa poner en la valija.
El 10 de marzo tomó un vuelo, rumbo a un país desconocido. “Nunca había viajado en avión, nunca había salido de Brasil. Con un papá bancario y una mamá profesora, el mundo corporativo no era parte de su historia. Tenía sensaciones encontradas. “El shock cultural iba a ser importante”, recuerda Claudio.
Llegó a Quito. A los pocos días de estar trabajando en las oficinas de Pifo, le dieron destino: Papallacta, en la zona de sierra, a 3.800 metros de altura. Posteriormente, estuvo en Mindo y casi todos los demás lugares por donde pasó el ducto.
Esfuerzo físico al extremo
En Mindo la jornada comenzaba muy temprano. Se despertaba a las 4 de la mañana, desayunaba, se tomaba un bus -que hacía un recorrido de una hora-, luego tenía caminata de dos horas, hasta llegar al lugar donde debía trabajar. Una vez allí, comenzaba la labor propiamente dicha, hasta que bajaba el sol. A la vuelta, había que hacer el camino inverso. “Era agotador y demandante: un día había sol, otro día llovía, casi siempre nublado y húmedo. Claramente la juventud y el espíritu aventurero con el que uno iba contribuían para enfrentar estas adversidades”, aclara.
Mindo es parte de la Reserva Ecológica Mindo-Nambillo, que se encuentra a dos horas al norte de Quito. Comprende aproximadamente 22.000 hectáreas ubicadas en las laderas del volcán Guagua Pichincha y sobre una selva húmeda. Sus bosques semitropicales albergan más de 350 especies de aves, así como una extensa variedad de orquídeas, mamíferos, reptiles y mariposas.
El ducto de OCP atraviesa parte de esa reserva, exactamente 9 km. Durante la construcción, no se podía ingresar maquinaria pesada por tierra, así que Techint utilizó un cablecarril que permitía trasladar equipos en forma aérea entre los cerros Guarumos y Campanario.
Claudio considera que OCP fue un proyecto muy duro, desde lo físico hasta lo mental.
“Creo que esas dificultades también me ayudaron a forjar el perfil, a desafiar la situación, a desenvolverme en una coyuntura que no era la habitual desde todo punto de vista: cultural, idiomático, climático. Esto era algo completamente distinto a lo que yo había vivido hasta ese momento”.
Siente que enfrentar esas adversidades, que fueron las primeras de una serie en 20 años, lo volvieron resiliente. OCP era un proyecto con más de 10.000 trabajadores, entre ellos 900 expatriados, por lo tanto, había que hacer frente a las dificultades y resolver.
La familia ductera
En aquella época no había celulares, cada colaborador compraba una tarjeta telefónica y hacía una llamada por semana a sus seres queridos. Por eso, el espíritu de familia se trasladaba a la obra. La convivencia y el desahogo por todas las dificultades que atravesaban generaba una cercanía, un vínculo muy especial, difícil de poner en palabras. Esta mística se daba sobre todo en proyectos de pipelines, donde se instalaban campamentos junto a la traza, muchas veces alejados de los poblados.
Claudio nunca tuvo dificultades para relacionarse con la gente, siempre fue muy abierto; además considera que la cultura latinoamericana es muy próxima. “Siempre partí de una base de respeto que para mí es fundamental”.
“Pero la comida es otro tema. Fue muy difícil acostumbrarme”, confiesa Claudio. Es que en Ecuador o en Colombia el desayuno es a base de arroz, carne y sopa, similar a un almuerzo para un brasileño o un argentino. “Sentía que era algo orgánico, mi cuerpo no lo aceptaba”.
El retorno a Brasil
En agosto de 2003, ya en etapa de pruebas hidráulicas en OCP, Claudio regresa a Brasil y comienza a trabajar en el área Comercial con Ricardo Ourique, que en ese momento era Director de Infraestructura.
Participaba en reuniones de cierre de presupuestos, otras en las que se analizaban estrategias para ejecutar proyectos. “Para mí fue una etapa de mucha formación y crecimiento sobre cómo conducir una empresa, cómo encarar los negocios, qué tipo de variables se manejan”.
Ricardo le decía: “Claudinho tienes que volver a la obra, un comercial tiene que tener espalda para sentarse en una mesa a discutir sobre la gestión de un proyecto”. Un consejo muy acertada que lo llevó a cambiar el rumbo. Esta vez hacia Pontal do Paraná, para trabajar en el proceso de administración contractual en el proyecto PRA-1 (Plataforma de Rebombeio Autônoma).
Era su primera inserción en el mundo offshore y, a partir de ahí, se abrieron nuevas oportunidades. “Iba a las negociaciones con Petrobras, participaba en reuniones con personas que me doblaban en edad y en seniority. Toda esa exposición fue fundamental para mi crecimiento”. Por eso siempre dice que no hay que tener a los jóvenes profesionales como asistentes, tienen que cumplir roles relevantes y asumir responsabilidades porque es allí donde se ve su real potencial.
Estando en PRA-1, comenzó a trabajar en el presupuesto para RPBC (Refinería Presidente Bernandes de Cubatão). Cuando se obtuvo el proyecto en 2007, todo el equipo se mudó para trabajar en Santos, y allí permanecieron hasta concluirlo, en septiembre de 2011.
Con su participación en un mega proyecto de pipeline, uno offshore, una refinería, Claudio iba formando un perfil técnico interesante y de amplio alcance.
No hay límites para crecer
A Claudio le esperaban grandes oportunidades más allá de las fronteras. En octubre de 2013, asumió como Country Manager en Colombia, sumándose al equipo de Oscar Scarpari, Director del Área Andina. “En la oficina de Bogotá yo conocía a casi todos, por el paso por OCP, así que fue muy fácil la adaptación; incluso como considero los colombianos y brasileños muy parecidos, la integración profesional fue muy sencilla”.
Sin embargo, para su familia el proceso de adaptación no fue fácil. Su mujer y sus hijos no hablaban español ni inglés. De hecho, su hija Clara, que estaba cursando 2° grado de la primaria, pasó de un colegio local en Brasil a uno británico en Colombia. “Y fue un caos: la maestra le hacía preguntas, ella no entendía nada y yo tenía que hacer de traductor. Mi mujer tenía que conectar los servicios en el departamento, la llamaban por teléfono y ella automáticamente me llamaba a mí. Tenía que hacer ese catch up familiar todo el tiempo para resolver las situaciones y para que las cosas pudieran funcionar”, comenta Claudio.
“Creo que mi familia enfrentó en Colombia lo que yo enfrenté cuando fui a Ecuador. Al cabo de unos meses, y con mucho esfuerzo de su parte, se fueron adaptando y lo hicieron súper bien”.
Pero, a principios de 2015, la crisis del crudo golpeó fuerte al país y Claudio -nuevamente con su familia- se mudó a Ecuador. “Volver al país donde empecé como joven profesional para ser el Country Manager fue como un cierre de ciclo para mí”.
Recuerda que una psicóloga del colegio de sus hijos en Ecuador le decía: tus niños son de una tercera cultura porque nacieron en Brasil, pasaron por Colombia, ahora están en Ecuador pero finalmente, por las interacciones y las experiencias que van adquiriendo van a ser de una tercera cultura, no siendo ni del origen ni del destino. Eso les va a permitir tener una visión distinta del mundo, una apertura que no van a tener otros.
Claudio considera que sus hijos también necesitan algún tipo de arraigo. Por eso cada vez que se mudan, buscan que puedan construir su espacio, que puedan poner su personalidad en su habitación por ejemplo que, en definitiva, es su pequeño mundo.
Y aclara: “No pretendo que mis hijos nos sigan en todo el recorrido. Los criamos para el mundo y, en el momento oportuno, elegirán su camino, de la misma manera que yo salí de mi ciudad para construir mi propia historia”.